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Existen diversas razones por las que el crecimiento de un negocio puede estancarse de forma coyuntural. Ignorar esos síntomas, a medio y largo plazo, puede afectar negativamente a la rentabilidad. Un factor de alto impacto para revertir la situación lo encontramos en la capacitación. Ya que, como indica la famosa cita atribuida al filósofo Thomas Reid, “una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil”.
Por eso, es de vital importancia que cada miembro de una organización esté preparado para dar lo mejor de sí en el área que le corresponde. Aunque, ¿cómo nos aseguramos de que la formación está cumpliendo este objetivo? La respuesta es sencilla: planificar, medir, ajustar y volver a medir.
La clave está en el nuevo paradigma que se ha dado en llamar Formación con Impacto en el Negocio (FIN). Veamos cómo se debe poner en práctica este modelo para asegurar el éxito de los negocios a través de una instrucción efectiva y continua. En otras palabras, averigüemos qué porcentaje de la formación se traduce, de verdad, en resultados para la cuenta de explotación.
Planificación
En primer lugar, el proceso formativo debe comenzar con una planificación de los objetivos específicos de impacto que se quieren conseguir en el negocio, a través de las diferentes formaciones que se van a impartir a cada tipo de trabajador, e incluso a cada empleado individualmente. Mediante un plan de acción que actúe como eje del principio de intencionalidad.
Esto va a permitir que los resultados derivados de la formación sean visibles y medibles. A esta fase la denominamos alineamiento, puesto que se trata de hacer coincidir estos objetivos con las necesidades de la organización, y requiere de la máxima implicación por parte de los responsables de los diferentes equipos, para que cada miembro tenga absolutamente claro por qué es importante la formación y qué se espera de ellos tras recibirla.
Inmersión
Una vez establecidas estas metas, comenzamos la fase llamada de inmersión; es decir, impartimos la formación. Todos sabemos que esta etapa no está delimitada necesariamente por un espacio y tiempo determinados. Si bien debemos diferenciar dentro de ella los distintos conocimientos impartidos, precisamente en relación a los objetivos marcados, para así poder pasar a las siguientes fases con cada uno de los contenidos de los que esperamos obtener resultados posteriormente.
Un punto importante a tener en cuenta es la metodología a utilizar. La formación teórica es necesaria para explicar los nuevos comportamientos que se persiguen. Pero es fundamental que el alumno tenga la oportunidad de entrenar estos nuevos comportamientos de forma repetitiva hasta conseguir crear el nuevo hábito.
Transferencia
Tras la inmersión pasamos a la fase de transferencia, en la que cada alumno va a recibir las herramientas para trasladar los conocimientos adquiridos a su puesto de trabajo, a su tarea diaria. Esta es la etapa en la que comenzamos a medir los resultados de la capacitación, buscando el equilibrio entre la responsabilidad y el apoyo por parte de los superiores.
Integración
Al final de este proceso hallamos la fase de integración, en la que, si todo ha funcionado según lo planeado, la medición nos permitirá ver los resultados reales de la formación. Un correcto sistema para cuantificar los resultados hará posible que las desviaciones sobre el objetivo se puedan corregir para seguir optimizando la efectividad de las formaciones.
Por resumirlo, la FIN es una metodología que puede llevar a nuestra organización al éxito. Conlleva un cambio de actitud y un elevado nivel de compromiso, tanto de los trabajadores como de los mandos intermedios y directivos de la compañía. Porque deben poner la formación como prioridad de su día a día para conseguir los mejores resultados y optimizar el retorno de la inversión.