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Jugamos. Y cada vez más. La facturación mundial de las compañías de videojuegos sobrepasa ya los 130.000 millones de euros (con incrementos anuales cercanos al 10%). Por eso, a medida que las nuevas generaciones van incorporándose al mundo laboral, el juego va siendo más relevante: para captar clientes y fidelizarlos, para instruir y fomentar ciertas habilidades, e incluso para detectar talento más allá de lo evidente.
A nadie se le escapa que, en la última década, los avances en nuevas tecnologías han supuesto una transformación en el mundo de la empresa en general y del empleo en particular. El ecosistema digital ha desarrollado múltiples oportunidades en áreas como la realidad virtual y la inteligencia artificial, entre otras disciplinas.
De ahí que el concepto de gamificación, la horrenda traducción del inglés al spanglish que sería más correcto denominar “experiencias basadas en el juego”, ha ido adentrándose en el mundo del L&D. Al decir de los expertos, esta técnica de persuasión traslada la mecánica del juego al ámbito laboral, contribuyendo a dinamizar los procesos de formación, impulsando el desarrollo profesional de los talentos de la empresa y mejorando su competitividad.
Al final, si nos atenemos a sus fundamentos, desde siempre, e incluso en el reino animal, el juego se ha usado como herramienta de aprendizaje. Jugar permite aprender a resolver un problema. Por lo tanto, su valor es indiscutible; aunque no es nada nuevo: el uso de juegos para la adquisición y evaluación de competencias se estudia desde hace tiempo.
Y la conclusión es que el hábito de jugar tiene un impacto muy positivo en diferentes habilidades: destreza, pensamiento analítico, toma de decisiones y evaluación de riesgo, resiliencia… Casos especialmente curiosos los podemos encontrar en un estudio de hace unos años, que correlacionaba la efectividad de los cirujanos con su destreza en ciertos videojuegos.
Siguiendo con el plano filosófico, hay una frase que se le atribuye a Platón que resume cuánto tiene de verosímil la gamificación a la hora de descubrir el grado de talento que posee un profesional y cómo perfeccionarlo: “Puedes descubrir más sobre una persona en una hora de juego que en un año de conversación”.
De hecho, la gamificación resulta una herramienta potente por dos motivos: sirve para formar a personas a quienes de otra forma les resultaría mucho más difícil o mucho más lento aprender, y vale también para detectar y adquirir microcompetencias aquí y ahora de forma práctica.
La clave radica –como siempre– en la aplicación correcta de esta herramienta formativa. Entre otros aspectos, el criterio para decidir qué juegos detectan las habilidades que queremos evaluar; o su diseño, si vamos a crearlo ad hoc para nuestro caso concreto. Y en esto, en Practikalia Experience, podemos echarte una mano.