“¡Me ha tocado liderar a mis propios compañeros! Y no sé qué hacer…” Seguro que alguna vez te has encontrado en esta situación: en un proyecto compartido con otros departamentos, en un proceso de reestructuración… Las ocasiones no faltan. Y te preguntas: si ya es complicado dirigir a mi equipo, ¿cómo voy a dirigir a personas sobre las que no tengo autoridad formal?

Antes de nada, métete esto en la cabeza: los colegas no responden a órdenes ni a instrucciones. Tener esto claro te va a ser tremendamente útil. Y es que las órdenes sólo funcionan con los subordinados… a veces. Sin embargo, todos esos recursos de dirección que seguro que conoces y que están enfocados en la generación de consensos, siendo importantes en el liderazgo de los subordinados, se vuelven imprescindibles cuando se trata de liderar a tus propios colegas.

Entonces, ¿cómo lo hago? Liderar un equipo de iguales puede convertirse en una fuente de frustración, fricciones, conflictos e ineficiencia, pero podemos hacernos la vida más fácil siguiendo unas reglas muy sencillas:

1.    Acepta a los compañeros tal y como son
Vale, puede sonar muy evidente, pero es la regla que más ignoramos. A menudo invertimos más tiempo y esfuerzo en intentar cambiar a los demás, que en buscar estrategias eficaces para alcanzar los objetivos. Además, estarás de acuerdo conmigo en que pocas veces funciona.

2.    Considera a tus colegas especialistas en su campo específico
Los especialistas son peculiares
: viven en su propio mundo, hablan su propio lenguaje y tienen sus propios intereses (casi nunca fuera de su campo). Es importante que lo tengas en cuenta a la hora de relacionarte con ellos.

3.    Es tu responsabilidad hacerte comprender
Olvídate de las grandes teorías sobre la comunicación. Todos tenemos la capacidad de expresarnos con sencillez y claridad, sin complicaciones. Al menos la teníamos cuando éramos niños, aunque la mayoría la hayamos perdido por el camino. La buena noticia es esa: no hay que aprender nada nuevo, solo hay que recuperarlo.

Cuando te comuniques con tus colegas, procura hacerlo en un lenguaje común: ni en el tuyo (lucirte no viene a cuento), ni en el suyo (nunca vas a estar a su altura).

4.    Asume los conflictos que surgirán entre los colegas, pero no te involucres
Como igual, tienes muchas papeletas para involucrarte en los conflictos que, sin duda ninguna, van a surgir. Eso sí: si lo haces, despídete del respeto del equipo.

La mayoría de los conflictos pueden resumirse en el clásico “Yo tengo razón y el otro no”. Frente a ese planteamiento, casi todos tendemos a preguntarnos: “¿Quién tiene razón?”. Pero ahora no eres uno más, tienes una responsabilidad, y la pregunta que te tienes que plantear NO es esa, sino: “¿Qué es lo correcto?”. Y lo correcto es aprender a ver el mundo como lo ven los demás.

Con el tiempo y la práctica llegarás a comprender las razones de cada uno, y te darás cuenta de que eso te da ventaja sobre los demás. Mientras muchos seguirán obcecados con tener razón, tú habrás entendido que tus colegas deben ver el mundo de forma diferente a ti y al resto, ya que eso es lo que mantiene viva la organización.

5.    Explota tu posición privilegiada frente al grupo
¿Tienes capacidad para sancionar? No. ¿Tu posición te legitima para dar órdenes o imponer decisiones? Tampoco. Entonces, ¿qué te queda? Te queda lo más valioso:

  • Da visibilidad a tus habilidades y tus conocimientos, hazlos valer ante tus colegas, ¡pero con sentido! No se trata de restregar a nadie cuánto sé, qué hábil soy o cuánta experiencia tengo… Utiliza tus atributos para ayudar a alcanzar los objetivos del equipo.
  • Destaca, sobre todo, ese rasgo o comportamiento tan apreciado por los demás y que genera más atracción: ser conciliador, mantener el control emocional en situaciones tensas, ser positivo ante las dificultades, etc., ya que eso te permitirá influir afectivamente en la gente.
  • Aprovecha la capacidad de decisión que puedas tener sobre el presupuesto o los recursos que necesita el grupo, si es que tienes alguna, o al menos tu influencia sobre cómo serán asignados.
  • Aprovecha la información que tú tienes y los demás no, pues te ayudará a orientar el desempeño de cada miembro del equipo. Comparte con ellos toda la información posible, ¡no es momento para guardarte nada! Piensa que, de ese modo, tus compañeros tendrán más claro por qué deben hacer lo que les has pedido que hagan.
  • Revisa todos tus contactos personales dentro y fuera de la organización y ponlos al servicio del grupo. Tus colegas agradecerán los recursos y sabrán que pueden contar contigo.
  • Por último, reconoce el esfuerzo, las aportaciones, la experiencia y los conocimientos de tus colegas. Es la recompensa emocional que puedes y debes dar.

Los colegas no son fáciles de liderar, pero como ves, lo que a primera vista parece un “marrón” puede convertirse en una muy buena oportunidad para brillar y evolucionar, profesional y personalmente. ¿Te atreves? 

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